CIERTAS
COSAS
I
Hay ciertas cosas
en las que he decidido
no creer.
No creo ni creeré
en las pequeñas aves
nómadas
que opten por volar
hacia suntuosas jaulas
de oro
para permanecer en
ellas convenientemente.
No creo ni creeré
en la respuesta que no invite
a la pregunta
a tomar asiento en su
sofá
para platicar sin
sumisiones;
ni en la orden
previsible
cuando
imprevisiblemente aborta
opiniones que comparten
tiempos.
No creo ni creeré
en quién, cómo o cuándo,
si estos lucen un
cartel de omnipotencia
permitiendo subterfugios
de apologías
amedrentadoras.
Tampoco en la oscuridad
de los días
ni en la de las noches,
a no ser que solamente adviertan
sobre misterios
atemporales.
II
Qué duro resulta admitir
que los hechos
terrenales
a menudo poseen bocas humanas,
y que lo horrible del mundo
se expresa través de la
palabra.
Qué duro reconocer
que es en la
impermanencia del azar y en la apatía
donde la indolencia
aparca sus caídas manos,
sus ojos cegados, las voces mudas que gritan,
inconsolablemente,
que las leyes no
existen, que las leyes no hablan,
que la leyes tan solo son
frases encadenadas;
encadenadas cadenas asidas
a anomias desorientadas
que a veces hieren y dañan, que minan y acallan
a los hombres cuya voz, el aire horada.
III
Hay otras ciertas cosas,
que por su veracidad
incuestionable
sus indómitas razones y
algo más
que no alcanzo a
comprender…
dignas de mi confianza
y creencia.
Cosas semiausentes que sueñan ansiosas
el momento oportuno para
regresar a su hogar.
Me temo que aún yacen desahuciadas
bajo puentes
descubiertos,
soportando las lluvias ácidas,
agrietadas por los vientos secos.
Yacen desahuciadas, lo sé,
como también sé, que
dichas lluvias
algún día se habrán de tornar en sangre vivificante,
y que los vientos exhalarán hálitos fortificantes.
IV
También las hay sencillas,
fáciles, insondables…
cosas como que el amor
suele engendrar
excelsas riquezas,
pero que los odios, por
contra,
alumbran atávicas
miserias.
V
Hay ciertas cosas
cuya credibilidad sostiene
la vida.
Tú, yo, él y ella, nosotros…
el aire (matiz
inapreciable)
la ilusión (siempre
niña),
el silencio (oxígeno
inestimable),
la libertad entronizada
en los huecos de las almas,
la igualdad sosteniendo
la firme antorcha
que de luz ilumina la estancia,
la acracia que
desaherroja
las manos alzadas,
y el amor,
(permítanme nombrarlo
de nuevo)
el amor, tan bella
palabra.
VI
Pero, no soy yo, ni tú,
quizás no sea nadie
quien pretenda, en cruel despropósito,
pensar por el mundo y
para el mundo.
En realidad este dudoso
derecho no semeja derecho,
semeja la entelequia de enajenados disfrazados
de credulidades, de misérrimas mentiras,
de providencias
divinas.
VII
No parece ser la vida
la culpable de las
muertes prematuras,
pero la avaricia (garra lacerante)
luce sedienta su más fiel
reflejo,
luce irredenta su fuliginoso
espejo traicionero.
VIII
Nadie confiará en una
hiena hambrienta
si esta sonríe cuando
avanza.
Nadie hablará por dos bocas al unísono.
Nadie servirá a distintos amos
con jarras de fina
plata.
Nadie borrará jamás su historia
si jamás le han permitido
narrarla.
No obstante, siempre habrá
alguien
que libere sus versos,
que despegue los labios,
que libere los miedos,
que comience a contar
la cuenta de nuevo.
Siempre habrá alguien.
©Concha González.
©Imagen propia.
Yo he decidido dejar de creer en mí, y desde entonces me siento más liviano, convencido -como tú- de que siempre habrá alguien.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Pues yo creo,querido Amando, que creer en uno mismo es el quiz de toda cuestión, y que la cuestión se resuelve creyendo. Un gran abrazo.
EliminarNo creo ni creeré
ResponderEliminaren las pequeñas aves nómadas
que opten por volar
hacia suntuosas jaulas de oro
para permanecer en ellas convenientemente.
Ni yo amiga, ni las aves ni los seres humanos podriamos estar en jaulados aunque fuera de oro. Somos seres libres y la libertad no se encierra. Besos y gracias por el don de tu amistad. Feliz domingo.
Gracias por tu lectura. La libertad es la esencia. Un abrazo.
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