lunes, 23 de abril de 2012



QUÉ SOMOS

Qué somos
sino memoria,
recuerdos anexados a un cuerpo,
y quién sabe, puede que también 
a un alma anónima.
Cuerpos y almas
ayer maltratados
y amados quizás mañana...
...quizás mañana.



¿Y hoy?
vagabundos unidos,
pacientes, expectantes,
en este árido desierto
de mentiras y  falsedades,
en el que todavía remece
de cuando en cuando,
un fino orvallo de verdades.
Nos cogemos  de la mano
porteando nuestro pequeño gran hatillo
de remembranzas de un pasado,
acomodando a la  espalda
los años muertos,
mientras sus lánguidas esperanzas
exhalan dudosas 
su firme aliento.

Dudosas, 
y no exentas de miedos.

Puede que las tormentas de sueños
borren los pasos cansados
y aneguen con sus caídas aguas
los ayeres finados y sepultados,
pero jamás los que aún latan
en el hueco de las cálidas manos.
Concha González©

LA ESTACIÓN

Siempre te esperé.
Te he esperado
en esta abarrotada estación de adioses mixtos.
Mantengo posición de paciencia empuntillada,
orlada hasta semejar
el paradigma de la añoranza.
Tras los mumurios de la lontananza
que se avistan con la esperanza
se esconden los míos propios,
ajenos a las palabras,
obviando su poder,
descansando en torres de Babel.
Ya tan solo me queda el recuerdo.
Alcancé a escucharlo entre los silencios,
atravesó los railes revirtiendo su sentido
para descarrilar el tren que portaba el olvido.
El reloj que aún da las horas,
nos robó las nuestras
en un orgulloso descuido.
Ladrón impertinente,
¿Por qué nadie lo detiene?
¿Quién es culpable de robar lo que no te pertenece?
Por su osadía
perdimos el tren de procedencia ilusa,
parada soñadora
y destino incierto.
Concha González Fernández©
LA LLUVIA

Si la lluvia adormeciera tus pies,
sostendrías la mar entre tus dedos,
para saberte en un todo invisible
para acurrucarte por siempre a su seno.
Así, pétrea y párvula, anochece.
Así, confiada y sola, amanece.
El tiempo inexorable se ubica en su sitio,
mientras tú claudicas del tuyo
y sueñas.....
y tus sueños se transforman en humo entre fuegos.
Claudicas del tiempo
olvidando su mortalidad
evitando rozar su cuenta atrás.
Pero la lluvia despierta los campos,
refresca los vientos
y apaga las llamas de anteriores fuegos.

Concha González©