sábado, 19 de septiembre de 2015



LA ONDA EXPANSIVA

Huye de la voz
que proclama la justicia del tirano
desde el púlpito de los Dioses
sintiéndose un  Dios,
hablando como un  Dios,
servido como  un Dios,
coaccionando  para  ser atendido
entre  profanas doctrinas,
insistentemente
en las calles, en los coches,
en las plazas reservadas 
por sus perros sin raza,
e incluso,
en el hogar del crédulo
y del indeciso.

 Huye de la voz que sobrevive  reclutando
cuerpos disciplinados,
cerebros  disciplinados,
adeptos disciplinados,
huye de esa voz,
porque
el hombre  siempre ha demostrado ser
lobo o rebaño,
juzgador o juzgado,
propiedad o propietario.
Más luego, en lugar a parte,
encerrados en sus propios mundos de ficción,
viven, ajenos a toda esperanza de rescate,
los soldados (sus soldados),
la tierra de la honra (su tierra),
comprados y compradas por la causa (su causa),
zainos,  hipócritas, enchufados,
correveidiles, apunta espaldas,
zancadilleros profesionales, cuervos negros,
lugareños envidiosos,  porta velas oficiales ,
drogadictos del dinero, del sillón
y de despacho
(siempre deshaciéndose en halagos)
y,  también
y sobre todo,
y ante todo,
insisto
en lugar aparte,
el botín del traicionado.

Huye de la voz
que proclama la justicia del tirano,
pues te impide escuchar
la palabra del que habla,
el  llanto del necesitado,
la franca risa del libre,
el canto limpio del desadeudado.

Huye
del que promete sujetarte
ante un abismo imaginado
para luego guillotinar  tus manos
y desprender al vacío tus sueños,
y convencerte,
(mientras  te estampas  contra el  obstinado suelo)
de estar bien remunerado.

Huye compañero, huyamos,
antes de que su onda expansiva
alcance nuestros fracasos,
que ya el hedor de sus bocas putrefactas
ha comenzado a penetrar los sentidos
del huido,
y no hay puerta, no hay tierra,
no hay vida,
a salvo
y yo,
compañero,
no quiero ser reclutado.
Yo, compañero,
te quiero en mí mismo bando.


©Concha González.
Muralla de León. Imagen propia©

3 comentarios:

  1. Aún recuerdo aquella época, cuando creía en bandos salvadores. Con el paso del tiempo, no se cree ni en la huida. Pero está bien intentarlo, más allá de la certidumbre de que todo es mentira.
    Abrazos, siempre

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    Respuestas
    1. Me temo, querido Amando, que ya comparto la misma senda...
      Un abrazo.

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  2. Aún recuerdo aquella época, cuando creía en bandos salvadores. Con el paso del tiempo, no se cree ni en la huida. Pero está bien intentarlo, más allá de la certidumbre de que todo es mentira.
    Abrazos, siempre

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