jueves, 22 de agosto de 2013


LA COMPAÑÍA

Siento que es la soledad,
la más amable de las compañías
que adquirí una tarde de nostalgias
por aquel callejón de desencuentros.

La adquirí, aunque no de balde,
pagué un buen fajo de angustias y confusiones,
de desalientos, de miedos...

Supongo que podría haber hecho trueque
con la de algún amor irreverente,
de esos que se esfuerzan por parecer auténticos
mientras eluden los ojos, los labios y,
los secretos.

Pagué un buen fajo de fantasmas pegadizos e inevitables,
pero di por bueno el dispendio.

Las demás, las otras,  me acompañan
con la postura impenitente,
de quien se sabe respetada
por la burocracia de un tiempo
que parece haber desaprendido
ese noble arte de desaparecer a tiempo.

Para colmo de todo mal
barrunto que me rondan, como aves de rapiña
sobre presa moribunda,
esas amistades caídas de la nada,
esas amistades ensayadas,
esas perpetuas buscadoras de oro en ríos
encauzados por terrenos desnortados,
esas que se conforman con pronunciar tu nombre
ya vencido
por cualquier lugar, en cualquier momento,
aunque el oro descubierto,
en su afán recaudatorio,
se oxide
con el primer silencio.

©Concha González.
Imagen propia©


4 comentarios:

  1. Vale, te la compro (la soledad, digo). A cambio te ofrezco un amor apenas imaginado, dos naufragados, varias amistades cuarteadas, y una arroba de escepticismo en buen estado. Tú dirás.
    Abrazos, compañera.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues diré qué bendita soledad, tan amable, silenciosa, desinteresada, con evanescentes poderes según comprenda... En fin, se deja querer.
      Un gran abrazo Amando.

      Eliminar
  2. Bueno, a mi como no me gusta estar solo, me voy con los dos si me dejáis.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por mi parte, querido Fernando, "no problem"... eso sí, con los espacios (de soledad) correspondientes, como tiene que ser.

      Eliminar