viernes, 29 de marzo de 2013

EL CAMBIO


EL CAMBIO

No se cambiaron mis ojos por otros nuevos
como si de un estreno de mirada se tratase
o quizás
de un reparación por rotura atemporal.

Nadie lo hizo, ni tan siquiera yo misma
pero
ignoro la forma, el cómo y el porqué
comencé a percibir el tiempo
de manera diferente
y dejé de ver
aquella sonrisa memorable
aquellos labios ofrecidos
aquel rostro cargado de remotos misterios
aquellas manos que aseguraban
(en un alarde de codicia)
poseer los cielos.
Dejé de ver
los saltos de trapecista
las dudas existenciales
las mentiras verdaderas
atrapadas en angustias traicioneras.
Y lo que es peor
comencé a escuchar
las palabras prometidas
las cuales, antes del cambio
jamás pensé ni que existían

tan lejos del egoísmo y la avaricia
tan ajenas y no mías.

Pero
no vale la pena hacerlo saber
pues, ¿quién se encarga de avisar
sobre el vuelo de las águilas?
¿quién traduce los silencios
de las almas?

No vale pues  la pena
hacerlo saber.

©Concha González.
Imagen de la red.

2 comentarios:

  1. Seguramente si valga la pena el hacerlo saber. Algunos tenemos la capacidad de observación un tanto limitada.

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  2. Seguramente, pero a veces, la palabra mejor dicha es la que queda por decir. Un abrazo Fernando.

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